Luis Gonzaga nació en Castiglione, cerca de
Mantua, en la región de Lombardía, Italia, el 9 de marzo de 1568. De niño, con
su hermano Rodolfo, pasó dos años estudiando en Florencia; después se trasladó
con la familia a Mantua y, mientras su padre propiciaba oportunidades para
prepararlo para un futuro de poder y de honores, su madre le fomentaba la
inclinación a la piedad y la devoción a la Virgen María, el amor a los pobres y
necesitados. La lectura de las vidas de los santos suscitaba en él el ideal
misionero, a todo lo cual se oponía rotundamente su padre.
A los doce años recibió la Primera Comunión
e hizo ante la Virgen el voto de castidad. Apenas adolescente, afrontaba ya el
comienzo de una lucha, por una parte, entre la oposición de su padre y su
natural rebeldía, y por otra, el generoso deseo de ser todo de Dios. A los 15
años, fue a comulgar a la iglesia de los jesuitas en Madrid, y ante el altar de
nuestra Señora del buen Consejo, oyó una voz interior que le decía: “Luis, ingresa en la Compañía de
Jesús”. Su madre se alegró mucho, mientras su padre sintió que
se le derrumbaban sus sueños, se disgustó mucho y se puso furioso. Regresando a
Italia, Luis continuó su lucha contra el parecer de su padre y de muchos
parientes.
Luis Gonzaga ingresó al noviciado de los
jesuitas en san Andrés del Quirinal, en Roma, el 25 de noviembre de 1585, a los
18 años de edad. Los dos años de noviciado fueron para él de crecimiento
espiritual, sin nada extraordinario que mencionar. Después de hacer los votos
de pobreza, castidad y obediencia, inicia los estudios de teología, también en
Roma, donde fue un estudiante normal y muy querido por sus compañeros.
En el año 1591 la ciudad padeció una
epidemia de peste que azotaba a todos los estratos de la ciudad. Junto con
otros jesuitas, Luis se dedicó al cuidado de los enfermos y moribundos. Un día
se encontró en la calle con un enfermo, lo cargó sobre sus hombros y lo llevó
al hospital, pero contrajo la peste. Hacia la media noche del 21 de
junio de 1591, cumplidos 23 años de edad, entregó su alma a Dios. Sus
restos reposan en un altar en la Iglesia de San Ignacio, en Roma. Fue
canonizado por el Papa Benedicto XIII el 31 de diciembre de 1726. El
Papa Pío XI lo declaró Patrono Universal de la Juventud.
Luis Gonzaga fue un joven valeroso y
decidido que tuvo el coraje de decir «No» a los valores que le presentaba su
ambiente, y de abrazar, contra todos, un estilo de vida que lo llevó a imitar a
Cristo, dando su vida por los demás. Su vida es un modelo para imitar y
por eso la Iglesia nos lo propone como Patrono de la Juventud.
Oración
¡Oh Luis Santo adornado de angélicas
costumbres! Yo, indigno devoto vuestro os encomiendo la castidad de mi alma y
de mi cuerpo, para que os dignéis encomendarme al Cordero Inmaculado, Cristo
Jesús, y a su purísima Madre, Virgen de vírgenes, guardándome de todo pecado.
No permitáis, Ángel mío, que manche mi alma con la menor impureza; antes bien,
cuando me viereis en la tentación o peligro de pecar, alejad de mi corazón
todos los pensamientos y afectos impuros; despertad en mí la memoria de la
eternidad y de Jesús Crucificado; imprimid hondamente en mi corazón un profundo
sentimiento de temor santo de Dios, y abrasadme en su divino amor, para que
así, siendo imitador vuestro en la tierra, merezca gozar de Dios en vuestra
compañía en la gloria.
Amén
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