Convertirse es hacer vida en nuestras vidas, la palabra del Señor de Señores, del único maestro, del verbo encarnado.
Convertirse es una entrega total, absoluta e incondicional a Jesucristo y sus palabras, es aprender a amar, a morir y a dar la vida por los demás; es conocer las palabras que son espíritu y vida, pasaporte a la vida eterna y camino de salvación y santidad.
En Mt. 7, 21-23 encontramos: "No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor! Hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios y realizado muchos milagros. Entonces yo les diré claramente: Nunca les conocí. ¡Aléjense de mí, ustedes que hacen el mal!" En otras palabras, no podrán entrar en la gloria eterna si no hacen la voluntad de Dios, es decir, hacer vida en nuestra vida, la palabra de Dios, el evangelio.
No pida en el templo mientras su vida y su conducta no se ajusten al evangelio, a la palabra de Dios y sus mandatos; si la conducta no corresponde a la palabra y mandatos del Señor, tendremos una fe muerta como dice el apóstol Santiago, es decir, una vida sin comunicar a los demás el amor de Dios.
Tomado de Caminos a la Luz
de Rafael Arango R.
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