Y San Vicente Ferrer aseguraba que más aprovecha el alma con una sola comunión que con una semana de ayuno a pan y agua.
Cosa igual decía San Francisco de Sales en su Filotea: «Dos clases de personas tienen que comulgar con frecuencia: los perfectos, por hallarse bien dispuestos, y los imperfectos, para llegar a la perfección». Pero no hay que olvidar que para comulgar frecuentemente se necesitan tener grandes deseos de santificarse y crecer en el amor a Jesucristo. El Señor dijo en cierta ocasión a Santa Ma tilde: «Cuando te acerques a comulgar, desea tener en tu corazón todo el amor que se puede encerrar en él, que yo te lo recibiré como tú quisieras que fuese».
Súplica:
Jesús mío, Jesús mío, no quiero de vos otra cosa sino a vos; ya que me habéis atraído a vuestro amor, todo lo dejo y renuncio a todo para unirme a vos, pues vos sólo me bastáis. María Madre de Dios, rogad a Jesús por mí y hacedme santo; vos que a tantos trocasteis de pecadores en santos, renovad otra vez este prodigio con vuestro siervo.
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