El símbolo «corazón de
María» nos evoca el mundo de sentimientos de la Madre del Señor: ella conoce la
alegría desbordante, pero también la turbación, el desgarro, las zozobras y
angustias. María es asimismo la creyente que «guarda y medita en su corazón»
los momentos de la manifestación de Jesús. María es, además, modelo del
verdadero discípulo, que escucha la Palabra, la conserva en el corazón y da
fruto con perseverancia. María es, en fin, la mujer nueva que vive sin reservas
ni cálculos el don y los afanes del amor: «el corazón de María es su amor»; «su
corazón es el centro de su amor a Dios y a los hombres» (Antonio Mª Claret).
María, bajo el título de
su Corazón, nos muestra que la vida cristiana no estriba ante todo en someterse
a una ley. Ser cristianos es vivir una relación de acogida, confianza y entrega
al Dios vivo; es una adhesión personal a Cristo, Desde ahí se vivirá la
obediencia a la voluntad de Dios, se acogerá la enseñanza del Evangelio, se
adorará a Dios en espíritu y verdad.
Sobre el amor de María a
los hombres nos habla el Papa San Juan Pablo II. Jesús —decía el Papa en la
encíclica Dives in misericordia, n. 9— manifestó su amor «misericordioso» ante
todo en el contacto con el mal moral y físico. En ese amor «participaba de
manera singular y excepcional el corazón de la que fue Madre del Crucificado y
del Resucitado... En ella y por ella, tal amor no cesa de revelarse en la
historia de la Iglesia y de la humanidad. Tal revelación es especialmente
fructuosa, porque se funda, por parte de la Madre de Dios, sobre el tacto
singular de su corazón materno, sobre su sensibilidad particular, sobre su
especial aptitud para llegar a todos aquellos que aceptan más fácilmente el
amor misericordioso de parte de una madre».
Historia
de la piedad y la liturgia
Lo Santos Padres habían
reflexionado ya sobre el corazón de la Madre del Salvador, pero será más tarde
cuando aparezca la devoción cordimariana. Los primeros testimonios proceden del
siglo VIII. […] San Juan Eudes (1601-1680)
será el gran promotor de la devoción a los sagrados corazones de Jesús y de
María. Sobre el objeto de la devoción a este último escribía: «Deseamos honrar
en la Virgen madre de Jesús no solamente un misterio o una acción, como el
nacimiento, la presentación, la visitación, la purificación; no sólo algunas de
sus prerrogativas, como el ser madre de Dios, hija del Padre, esposa del
Espíritu Santo, templo de la Santísima Trinidad, reina del cielo y de la
tierra; ni tampoco sólo su dignísima persona, sino que deseamos honrar en ella
ante todo y principalmente la fuente y el origen de la santidad y de la
dignidad de todos sus misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades
y de su misma persona, es decir, su amor y su caridad, ya que según todos los
santos doctores el amor y la caridad son la medida del mérito y el principio de
toda santidad».
El 31 de octubre de 1942,
en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, Pío XII consagró la Iglesia
y el género humano al inmaculado corazón de María. […] El 4 de mayo de 1944, el
papa extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado
Corazón de María, fijando la fecha para el 22 de agosto, octava de la Asunción.
Oración al Inmaculado Corazón de María
"Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón,
de las maravillas que el Señor hizo en ti:
Te eligió por madre y te quiso junto a su cruz.
Hoy te hace compartir su gloria y escucha tus súplicas.
Ofrécele nuestras alabanzas y nuestra acción de gracias.
Preséntale nuestras peticiones.
(Aquí se pide la gracia que se desea obtener)
Haznos vivir, como tú, en el amor de tu Hijo,
para que venga a nosotros su reino.
Conduce a todos los hombres
a la fuente de agua viva que brota de su Corazón,
derramando sobre el mundo
la esperanza y la salvación, la justicia y la paz.
Mira nuestra confianza, atiende nuestra súplica
y muéstrate siempre Madre nuestra. Amén"
(Seguidamente rezáis un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria)
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