Santa Juana de Arco
Mártir
(1431)
Historia:
Esta santa a los 17 años llegó a ser heroína nacional y mártir de
la religión. Juana de Arco nació en el año 1412 en Donremy, Francia. Su padre
se llamaba Jaime de Arco, y era un campesino. Juana creció en el campo y nunca aprendió a leer ni a escribir.
Pero su madre que era muy piadosa le infundió una gran confianza en el Padre
Celestial y una tierna devoción hacia la Virgen María. Cada sábado la niña
Juana recogía flores del campo para llevarles al altar de Nuestra Señora. Cada
mes se confesaba y comulgaba, y su gran deseo era llegar a la santidad y no
cometer nunca ningún pecado. Era tan buena y bondadosa que todos en el pueblo
la querían.
Su patria Francia estaba en muy grave situación porque la habían
invadido los ingleses que se iban posesionando rápidamente de muchas ciudades y
hacían grandes estragos. A los catorce años la niña Juana empezó a sentir unas voces que
la llamaban. Al principio no sabía de quién se trataba, pero después empezó a
ver resplandores y que se le aparecían el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y
Santa Margarita y le decían: "Tú debes salvar a la nación y al rey". Por temor no contó a nadie nada al principio, pero después las
voces fueron insistiendo fuertemente en que ella, pobre niña campesina e
ignorante, estaba destinada para salvar la nación y al rey y entonces contó a
sus familiares y vecinos.
Las primeras veces las gentes no le creyeron, pero
después ante la insistencia de las voces y los ruegos de la joven, un tío suyo
se la llevó a donde el comandante del ejército de la ciudad vecina. Ella le
dijo que Dios la enviaba para llevar un mensaje al rey. Pero el militar no le
creyó y la despachó otra vez para su casa. Sin embargo, unos meses después Juana volvió a presentarse ante el
comandante y este ante la noticia de una derrota que la niña le había
profetizado la envió con una escolta a que fuera a ver al rey. Llegada a la ciudad pidió poder hablarle al rey. Este para
engañarla se disfrazó de simple aldeano y colocó en su sitio a otro. La joven
llegó al gran salón y en vez de dirigirse hacia donde estaba el reemplazo del
rey, guiada por las "voces" que la dirigían se fue directamente a
donde estaba el rey disfrazado y le habló y le contó secretos que el rey no se
imaginaba. Esto hizo que el rey cambiara totalmente de opinión acerca de la
joven campesina.
Ya no faltaba sino una ciudad importante por caer en manos de los
ingleses. Era Orleans. Y estaba sitiada por un fuerte ejército inglés. El rey
Carlos y sus militares ya creían perdida la guerra. Pero Juana le pide al
monarca que le conceda a ella el mando sobre las tropas. Y el rey la nombra
capitana. Juana manda hacer una bandera blanca con los nombres de Jesús y de
María y al frente de diez mil hombres se dirige hacia Orleans. Animados por la joven capitana, los soldados franceses lucharon
como héroes y expulsaron a los asaltantes y liberaron Orleans. Luego se
dirigieron a varias otras ciudades y las liberaron también. Juana no luchaba ni hería a nadie, pero al frente del ejército
iba de grupo en grupo animando a los combatientes e infundiéndoles entusiasmo y
varias veces fue herida en las batallas. Después de sus resonantes victorias, obtuvo Santa Juana que el
temeroso rey Carlos VII aceptara ser coronado como jefe de toda la nación. Y
así se hizo con impresionante solemnidad en la ciudad de Reims.
Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó para nuestra
santa una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había
sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos
empleados de la corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser demasiado
importante y empezaron a hacerle la guerra. Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional:
conquistar a París, la capital, que estaba en poder del enemigo. Y hacia allá
se dirigió Juana con sus valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y por
componendas con los enemigos, le retiró sus tropas y Juana fue herida en la
batalla y hecha prisionera por los Borgoñones.
Los franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban
supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil
monedas de oro a los de Borgoña para que se la entregaran y la sentenciaron a
cadena perpetua. Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Las
humillaciones y los insultos eran todos los días y a todas horas. En ese tiempo estaba muy de moda acusar de brujería a toda mujer
que uno quisiera hacer desaparecer. Y así fue que los enemigos acusaron a Juana
de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido era porque les había
hecho brujerías a los ingleses para poderlos derrotar. Ella apeló al Sumo
Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el que la juzgara, pero nadie
quiso llevarle al Santo Padre esta noticia, y el tribunal estuvo compuesto
exclusivamente por enemigos de la santa. Y aunque Juana declaró muchas veces
que nunca había empleado brujerías y que era totalmente creyente y buena
católica, sin embargo la sentenciaron a la más terribles de las muertes de ese entonces:
ser quemada viva.
Encendieron una gran hoguera y la amarraron a un poste y la
quemaron lentamente. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo
que un religioso le presentaba y encomendarse a Nuestro Señor. Invocaba al
Arcángel San Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción y
pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu. Era el 29
de mayo del año 1431. Tenía apenas 19 años. Varios volvieron a sus casas
diciendo: "Hoy hemos quemado a una santa". 23 años después su madre y
sus hermanos pidieron que se reabriera otra vez aquel juicio que se había hecho
contra ella. Y el Papa Calixto III nombró una comisión de juristas, los cuales
declararon que la sentencia de Juana fue una injusticia. El rey de Francia la
declaró inocente y el Papa Benedicto XV la proclamó santa.
Juana de Arco: concédenos un gran amor por nuestra patria.
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