miércoles, 19 de agosto de 2020

Práctica del Amor a Jesucristo.

 


Nota: 
Estimados Lectores. A partir de hoy miércoles 19 de agosto y todos los demás miércoles de este año, ustedes encontrarán en este blog apartes bien seleccionados del libro “Práctica del Amor a Jesucristo” de San Alfonso María de Ligorio que recién terminé de leer y por considerarlo un verdadero tesoro espiritual quiero compartir con ustedes, mis hermanos en Cristo, apartes de este que sin duda alguna –bien leídos y bien interiorizados- serán de gran ayuda para su crecimiento personal y espiritual. Ya lo saben, cada miércoles la cita es aquí en este blog “Jesús te dice.” Así que los espero para que se beneficien de este contenido. Gracias.


Amar a Dios sobre TODAS las cosas - Photos | Facebook
«Algunos –expone San Francisco de Sales– cifran la perfección en la austeridad de la vida, otros en la oración, quiénes en la frecuencia de sacramentos y quiénes en el reparto de limosnas; mas todos se engañan, porque la perfección estriba en amar a Dios de todo corazón». Ya lo decía el Apóstol: “Y sobre todas estas cosas, revestíos de la caridad, que es el vínculo de la perfección” (Col. 3, 14). La caridad es quien une y conserva todas las virtudes que perfeccionan al hombre; por eso decía San Agustín: «Ama, y haz lo que quieras», porque el mismo amor enseña al alma enamorada de Dios a no hacer cosa que le desagrade y a hacer cuanto sea de su agrado.

«El cielo, la tierra y todas las cosas me están diciendo que te ame», decía San Agustín. Señor mío, proseguía, todo cuanto veo en la tierra y fuera de ella, todo me habla y me exhorta a amaros, porque todo me dice que vos lo habéis creado por mí. El abate Rancé, fundador de la Trapa, cuando desde su eremitorio se detenía a contemplar las colinas, las fuentes, los regatillos, las flores, los planetas, los cielos, sentía que todas estas criaturas le inflamaban en amor a Dios, que por su amor las había creado.

Más no se contentó Dios con darnos estas hermosas criaturas, sino que, para granjearse todo nuestro amor, llegó a darse por completo a sí mismo: “Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito” (Io. 3, 16). Viéndonos el Eterno Padre muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿qué hizo? Por el inmenso amor que nos tenía, o, como dice el Apóstol, por su excesivo amor, mandó a su amadísimo Hijo a satisfacer por nosotros y devolvernos así la vida que el pecado nos había arrebatado. Y, dándonos al Hijo –no perdonando al Hijo para perdonarnos a nosotros–, junto con el Hijo nos dio toda suerte de bienes, su gracia, su amor y el paraíso, porque todos estos bienes son ciertamente de más ínfimo precio que su Hijo.



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